IMPOSICIÓN DE LA MEDALLA DE SAN VICENT FERRER
A LA MUY HONORABLE CLAVARIESA SR. DÑA. INMACULA ATIENZA
19 de febrero de 2020
1.- Presentación
Honorable Clavariesa de las Fiestas Vicentinas, Sra Inmaculada Atienza; queridos hermanos sacerdotes, distinguidas autoridades civiles y militares; Vicentinos todos…
Hace unos meses, a pocos metros de aquí, sufrí un grave accidente de tráfico. Gracias a Dios, como pueden comprobar, me he recuperado sin graves limitaciones físicas.
Fue en medio de este lento proceso de recuperación cuando recibí la llamada del Señor Presidente de la Junta Central Vicentina, D. Pere Fuset, estimado amigo de mi familia, en la que me comunicaba su deseo de que fuera el mantenedor del acto en el que se le impondría la medalla de San Vicent, a nuestra querida clavariesa, Macu Atienza, con la que desde hace unos años comparto la labor de acompañar a los adolescentes y jóvenes en el colegio Parroquial de San Jaime Apóstol de Moncada.
En un primer momento pensé que, dada mi situación, tenía poco sentido aceptar tal invitación. Pero tal vez el haber sobrevivido al accidente, el sentirme tan sostenido por la fe, y el hecho de experimentar, en medio de la fragilidad, el amor incondicional de mi familia y amigos, se convertía en la mayor motivación para presentarme ante ustedes, como quien desde esa experiencia de pequeñez y necesidad, se siente cercano a todos aquellos que San Vicent llenó de esperanza y fe en similares situaciones. Es desde aquí, desde donde hoy me dispongo a acompañar, en este entrañable acto, a toda la familia vicentina, y en especial a ti, Macu.
Gracias D. Pere Fuset por esta invitación que, aunque desde un primer momento sentí que venía grande, no pude más que aceptar, y así, suceder con temblor a mi querido hermano Nacho, mantenedor en la exaltación de la Honorable clavariesa del 2017 Dña. Carmela Morell.
2.- Acción de gracias
Desde este contexto, entenderán perfectamente que comience invitándoles, desde la realidad que cada uno de ustedes estén viviendo en este momento, a dar gracias a Dios:
primero, por el don de la vida, recibida en la familia y acompañada por los amigos. Querida Macu, cómo no dar gracias a Dios por la vida que has recibido de tus padres Antonio y Trini que esperamos que desde el cielo, junto a San Vicent, esté gozando de este momento. De tus hermanos Julia, y Antonio, por el que entraste a esta gran familia vicentina; por la familia que junto a Víctor y Car habéis formado; por tantos amigos que te han acompañado en todos los momentos y ámbitos de tu ajetreada vida. Todos ellos han sido y son, manifestación del amor de Dios.
Junto al don de la vida, hoy queremos también dar gracias a Dios por el don de la fe recibida en un lugar concreto, nuestra querida Valencia, representada hoy en las autoridades civiles y militares y regada abundantemente con la vida, la predicación, la entrega y la intercesión de nuestro querido Pare Vicent. Querida Macu, en tu vida ese don ha ido creciendo acompañado del testimonio de tu familia, del colegio de las hermanas de la doctrina cristiana, del colegio de los Jesuitas, de la parroquia de San Josemaría especialmente en la persona de sus sacerdotes, del círculo con quien compartes tu fe, y de las distintas realidades eclesiales que con tanto entusiasmo vives. Agradece ese don y desde él vive con intensidad la misión que hoy se te ha encomendado.
Y cómo no, dar gracias a Dios por el don de la vocación, ese regalo inmenso que todos hemos recibido, cada uno desde nuestro carisma y misión concreta.
Quien conoce un poco tu historia Macu, no puede reconocer más que una fortísima vocación a acompañar a jóvenes, especialmente a aquellos más necesitados, de hecho pronto entendiste que “empresariales” no era “lo tuyo”. Desde ese momento no has parado de formarte, comenzando por graduarte en filosofía y ciencias de la educación, realizando diversos masters, y buscando en distintos trabajos el lugar donde poder llevar a cabo esa vocación a la que siempre te has sentido llamada. Agradezco a Dios que, desde hace unos años estés desarrollándola acompañando a los jóvenes de nuestro Colegio Parroquial. Doy gracias a Dios por poder compartir contigo y con algunos de los aquí presentes ese ministerio educacional.
Gracias Macu, por acoger la vocación que Dios te regaló, por luchar por ella, por no conformarte con vivirla de cualquier manera, y por la entrega y disponibilidad concreta para con los adolescentes y jóvenes, tantas veces perdidos y necesitados de quien quiera estar a su lado, en nombre de Jesús.
3.- Bendición e imposición de medalla
Y ahora si, desde el reconocimiento y acción de gracias, se llena de sentido el acto que acabamos de presenciar como testigos privilegiados, la bendición y la solemne imposición de la medalla de San Vicent, la cual te acredita como Honorable clavariesa de las Fiestas Vicentinas del 2020. Enhorabuena Macu, y enhorabuena Junta Central Vicentina al ser representados por tan magnífica mujer, que con su gran fe, su ardor evangelizador, su empeño en subrayar lo verdaderamente importante de las cosas, su incansable labor, su capacidad de hacerlo todo fácil y su devoción a san Vicent, auguran un gran año vicentino.
Para ti, Macu, este gesto, en el marco inigualable de este Salón del Trono del Cuartel Terrestre de Alta disponibilidad, antiguo convento de Santo Domingo, supone acoger con sencillez, pero con determinación representar dignamente la Fiesta Vicentina, ayudándonos a todos a recordar lo fundamental de nuestra Fiesta, y a ser creadora de comunión entre todas las realidades que componen la Familia Vicentina. Como dijiste magistralmente el día en el que recibiste el nombramiento como Honorable clavariesa, tu misión es esencialmente una “figura de apostolado”.
Un apostolado junto a todos los que hacen realidad la Fiesta en honor a San Vicent, la cual, de muchas maneras se convierte en testimonio de la presencia del Reino de Dios y por medio de diversos actos, como dice el papa Francisco “monta lío”, para que los que pasean por nuestras calles puedan pararse y recibir una Palabra de vida que les cuestione. Sé que son muchos los actos que desde la Junta Central Vicentina se realizan y se convierten en un claro apostolado, pero permítanme que de todos ellos subraye, tal vez lo más significativo y propio de nuestra Fiesta: La representación de los milagros.
Para ello, comenzaré recordándoles la importancia de los milagros en la vida pública de Nuestro Señor Jesucristo.
4.- Los milagros en Jesús
Los milagros en Jesús eran el signo evidente de que el Reino estaba cerca, de que lo que se estaba proclamando se hacia realidad ya en este mundo. De hecho, cuando Juan Bautista, desde la cárcel, manda a sus discípulos a preguntarle a Jesús si era él quien debía venir, o debían esperar a otro, Jesús contesta: «Id y contad a Juan lo que habéis vito y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia» (Lc 7, 21-22).
Así es, los milagros eran el signo mesiánico que confirmaba que el Reino ya estaba presente entre ellos.
Todos conocemos los milagros de Jesús y con admiración, como sus coetáneos, nos maravillamos de los prodigios que realizaba, pero tal vez, no hemos caído suficientemente en la cuenta que junto a esos grandes prodigios, Jesús, que como hijo de Dios tenía poder para realizarlos sólo con el pensamiento, en muchas ocasiones, introduce un signo de cercanía, de cordialidad, de calor humano, que tal vez pasa inadvertido para nosotros, pero seguro que para quien lo recibió, por lo sorprendente, vital y sanador que le resultó, se convirtió en sí mismo, en un verdadero milagro.
De hecho, todos sabemos lo importante que es, el lenguaje no verbal, ese que tan bien captan nuestros sentidos: la mirada, la cercanía, la mano sobre el hombro, el gesto de cordialidad, …
Jesús cuidada muchísimo estos gestos, recordemos cuando sana a un leproso extendiendo la mano y tocándolo (Mt 8, 3); o toca la mano de la suegra de Pedro, que estaba en cama, enferma y con fiebre (Mt8, 15); o cuando se deja tocar por la hemorroisa (Mt 9, 22); cuando toca los ojos de los dos ciegos que lo seguían, implorando su compasión (Mt 9, 27); cuando en medio de un cortejo fúnebre se acerca a tocar el ataúd donde reposaban los restos del hijo único de la viuda de Naim, con lo que significaba de impureza ritual (Lc 7, 11-17); cuando llora ante la tumba del amigo muerto momentos antes de resucitarlo (Jn 11,35); cuando aparta al sordomudo del gentío e introduce sus dedos en los oídos y con su saliva le toca la lengua (Mc 7,31-35); cuando unta con saliva e impone las manos al ciego de Betsaida (Mc 8, 23); cuando levanta de su postración al hombre del brazo paralizado y lo pone en pie, en medio de la sinagoga antes de curarlo (Mc 3,1-11); cuando impone las manos y bendice a los más pequeños e insignificantes de esa sociedad, los niños (Mt 19,13) …
Todos estos gestos se convierten en signos de calor humano tan evidentes y repetidos en los Evangelios, que podemos entenderlos como una llamada a los seguidores de Jesús de todas las épocas para que, más allá del milagro “físico”, del portento sorprendente que lo sucede, repitan en sus vidas, ante todos los necesitados, el milagro de la cordialidad, del calor humano, del amor que levanta y que devuelve la dignidad a todos los hombres.
5.- Los milagros en el Pare Vicent
Es desde esta perspectiva desde donde los milagros del pare Vicent se convierten en el signo evidente de un hombre que, a pesar de sus muchas cualidades humanas, lo que lo hizo especial y por lo que hoy estamos aquí, es por su relación de amistad con Jesús; por su fe, la cual le confirió una sensibilidad extraordinaria para estar atento al dolor del mundo, de la sociedad y del hombre de su tiempo e intentar de distintas maneras anunciar la presencia del Reino.
Ante este auditorio sería muy pretencioso por mi parte intentar hacer una disertación de cómo dio respuesta a todas las realidades con las que se iba encontrando. Ustedes son mejores conocedores que yo de la vida del Pare Vicent, pero permítanme que afirme que lo esencial de San Vicent no fue que fuera un gran político, ni un hombre con una inteligencia brillante, ni alguien que contribuyó a la filosofía, ni un excelente consejero de Reyes y Papas, ni siquiera un gran taumaturgo… lo esencial, lo que lo hizo especial, es que fue un gran amigo de Dios, que por esa amistad y desde esa amistad no pudo desentenderse de aquellos por los que Jesús siente compasión.
Y es que lo más importante, como nos dijo nuestro querido Papa Emérito, Benedicto XVI en su primera Encíclica Deus Caritas Est, es que la fe : «no comienza por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» .
Fue ese encuentro con Jesús el que dio un horizonte nuevo a San Vicent y con ello una orientación decisiva a todo lo que hasta ese momento estaba viviendo. La cual le hizo renunciar a las más altas dignidades sociales, políticas y religiosas, para ser un “peregrino”, que salía al encuentro de todo hombre, mujer, niño, enfermo, moribundo… para anunciarle la Buena noticia: “Temed a Dios y darle gloria”.
Esa cercanía se convertía en el primer y gran milagro.
Por eso, los altares, al representar los milagros de San Vicent, son, como este año nos recordó el altar del Carmen con “L´auca de San Vicent”, memoria agradecida del don que Dios nos ha concedido con el Pare Vicent. Memoria que desde el día de su muerte, como representó el altar de Chirivella con el milagro “Vida i mort de San Vicent”, hasta el día de hoy, sigue viva, siendo testimonio de fe y recuerdo perenne de lo que estamos llamados a vivir como cristianos.
En este punto, quiero también subrayar la importancia de mantener viva la memoria de la vida del Pare Vicent, y por ello quiero agradecer la actividad que desde “Las Damas de San Vicent Ferrer”, se propone a los niños que representan los altares. Este concurso asegura que los niños conozcan minuciosamente la vida del santo y conociéndola puedan hacer de cada representación un testimonio vivo que actualiza para todos los que lo ven, la llamada a la evangelización y al apostolado.
El altar de Almassera, Iin memoria” y el altar del Tossal: “Des del Bresol de la caritat”, nos recordaron esa sensibilidad de San Vicent dando respuesta a los niños huérfanos con el Colegio Imperial que creó, y que gracias a Dios hoy sigue siendo una hermosa realidad, que hace permanecer en el tiempo el milagro de bendecir a los más pequeños, a los más necesitados.
No en balde el año pasado, nuestro querido colegio estuvo nominado al Premio Princesa de Asturias a la Concordia. Gracias D. José Ignacio por la gran labor que sigue realizándose en el Colegio Imperial de Niños huérfanos.
El altar del Mercat nos mostró en “La venta improvisada”, el milagro que supone estar pendiente de las necesidades de aquellos que están a nuestro lado y aceptar y ayudar, con signos claros, a aquellos que les cuesta más creer.
El altar del Mocaoret nos recordaba con “La vanitat castigada” el milagro de ser libres. La libertad del Pare Vicent para llamar a la conversión a todos, más allá, de clases sociales o dignidades humanas. Es el milagro de reconocer que en Cristo “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer” (Gal 3,28).
El altar de Russafa con el “L´Angel del apocalipsis”, el altar del Mar con el milagro “El estudiant mort y resusitat” y el altar del Ángel Custodio con “El miracle d´Ecija” nos mostrasteis el milagro que significa seguir predicando el Evangelio en medio de las burlas de amigos y conocidos, en una batalla continua con el demonio, disfrazado muchas veces de aquello que menos esperamos.
El altar del Pilar con “La font de l´esperança” nos mostró en el Pare Vicent a un evangelizador incansable, capaz de llevar la buena Noticia de Jesucristo hasta los lugares más difíciles.
El altar de Riba-roja del Turia con el “Miracle sense paraules” nos recordó el sufrimiento que nuestro carácter puede llegar a provocar en los demás y nos invitó a cuidar que los lugares donde el Señor nos ha puesto se conviertan en “casa y escuela de comunión” como nos invitaba a vivir San Juan Pablo II en la Novo Millennio Ineunte.
La Cofradía de San Vicent Ferrer de la Cañada, con el milagro del “L´aigua de Deu”, el Altar del mercado de Colón con “La dona endemoniada”, el altar de la Pila Bautismal con la representación de “Un anima rescatada” y el altar de Meliana con “la Confusió de Llombart” nos señalaron la determinación del creyente de no pasar de largo ante quien ya ha perdido la esperanza.
Si, San Vicent, desde ese amistad con Jesús pudo vivir el “contigo y como tú”. Esa sensibilidad propia del amigo de Dios, no sólo nace de la imitación de lo que Jesús hacía sino de la amistad viva y eficaz que a San Vicent le posibilitaba hacerlo todo con Jesús; y, desde esa relación, actuar como Jesús, con su sensibilidad, su cercanía y su calor humano.
6.- Los milagros en nosotros
Comenzaba presentándome como quien ha pasado en estos últimos tiempos por el dolor, la pequeñez y la fragilidad, y concluyo testimoniando que aunque en mi vida aquellos que me han rodeado no han realizado milagros portentosos, su manera de situarse y de acompañarme en este tiempo ha realizado el mayor de los milagros, el signo claro de la presencia del Reino: la posibilidad de dejarme querer en lo pequeño.
Queridos vicentinos, ese es el milagro, al que estamos todos llamados a vivir en nuestras familias, estudios, trabajos, altares… y que especialmente tú Macu, estás llamada por la misión de apostolado que has querido asumir, a recordarnos y a ayudarnos a vivir estos signos sencillos pero eficaces de la presencia del Reino entre nosotros
Porque
- cada vez que un joven de nuestro colegio se acerca a ti y es capaz de verse así mismo como alguien valioso y capaz,
- cada vez que desde el despacho de orientación, desde el grupo Edge, en el altar del Mocaoret, en tu familia… aquellos que están bloqueados, salen dispuestos a dar un nuevo paso en su vida,
- Cada vez que aquellos que se acercan a nosotros y se sienten leprosos de esta sociedad por su procedencia, sus capacidades, su historia… sienten por nuestra cercanía y por nuestros gestos amables que son dignos de ser amados,
- Cada vez que entre nosotros nos bendecimos y escuchamos unos de otros palabras amables que nos invitan a sacar lo mejor de nosotros mismos,
- Cada vez que quien lo había dado todo por perdido, siente que confían en él, y es capaz de creer que es posible la esperanza,
- Cada vez que anunciamos a Cristo vivo y resucitado en cada ámbito de nuestra vida, por difícil que sea,
No estamos más que posibilitando, como hizo San Vicent, que la gracia de Dios se derrame en cada hombre y el milagro sea posible, porque de esa manera los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.
Muchas gracias a todos