De la Vida de Cristo representada en la Misa Solemne

 (Traducción de J.Mengual Moll de la publicada en San Vicente Ferrer: Colección de sermones de Cuaresma y otros según el manuscrito de Ayora. A.Robles Sierra ed., Valencia 1995, 397-416)

Tened presente esto que os indico: que desde el día que Jesús Cristo, Salvador nuestro, descendió del Cielo por la Encarnación hasta el día que subió al Cielo, toda su vida esta representada en la Misa solemne por treinta obras principalmente, aunque sabemos que hay más obras que desconocemos. Por eso dice el evangelista San Juan en el último capítulo: Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran (Jn 21,25). Tantes obres féu nostre Senyor Jsu Xrist, que si totes singularment, et per particulars se specifficaven, nous dich en compte de cent, ni de mil, encara en compte de mil mília, ni encara bocha humanal no les poria dir quant es als secrets. Pues bien, estos están resumidos y condensados como los átomos están en el sol y que por tanto no se pueden conocer, ni ser descubiertos. Pero el clérigo se mueve hacia quién es el misterio. Por eso ahora os digo cuáles son los principales misterios. […]

La undécima obra que nuestro Salvador y Señor Jesús Cristo hizo en este mundo fue que después de ayunar en el desierto comenzó a predicar y a proclamar en voz alta: Convertíos porque el Reino de los Cielos ha llegado (Mt 4,17). Antes del ayuno no se manifestó, sino que escondido y oculto quiso hacer penitencia en el desierto. Saliendo del desierto, instruía a las gentes diciendo: “Haced penitencia” y qué vida debían hacer y les instruía cómo podían evitar los pecados. Y esto lo hacía recorriendo villas, ciudades y castillos. Y así como con las mismas palabras enseñaba su santa doctrina, así también con sus obras la demostraba. Por eso dice el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1,1): Lo que Jesús hizo y enseñó desde un principio.

Bona gent, sería grande la benignidad del rey de Aragón, si él mismo fuera por todo el Reino y en las plazas él mismo publicara y ensalzara su ley o sus ordenaciones. Pues así hizo Jesús, Rey de Reyes y Señor de los señores, iba encomiando su ley y no le detenía el que no hubiera púlpito, ni catafalco, sino que subía sobre cualquier podio o escalera de las plazas y allí exponía su ley; pero al principio no tenía tanta reputación entre los judíos y los fariseos para que se detuvieran a escuchar sus predicaciones, pero después, como iba en aumento, querían quitarlo de en medio.

Esto lo representa el presbítero cuando dice en voz alta el Prefacio: “Arriba los corazones”, para mostrar que así como Jesús Cristo hablaba con la boca y con el ejemplo enseñaba. Asimismo el presbítero tiene, o debe tener, diciendo el Prefacio las manos alzadas y no bajas, para mostrar que él, que predica la Palabra de Dios debe demostrar con el ejemplo y las obras aquellas palabras que predica y que habla. Por eso decía San Pablo atribuyendo a Jesús Cristo todo esto: Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para conseguir la obediencia de los gentiles de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios (Rom 15,17). Así todo aquel que predica, etc.

La duodécima obra que realizó nuestro Salvador y Señor Jesús Cristo fue que no solamente mostraba con sus obras lo que predicaba, sino también confirmaba su doctrina con los milagros, que nadie, a no ser Dios, podía hacer. Y esto lo realizaba principalmente como Señor. A los ciegos les daba la luz; los paralíticos que no tenían carnes se llenaban de carnes y salían como jóvenes tiernos; a los sordos les devolvía el oído; los mudos hablaban y los muertos resucitaban (cf. Mt 11,5).

Todo esto representa el presbítero cuando en la Misa dice: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios del universo”, etc. Tres veces dice “Santo» para mostrar que los milagros que Jesús Cristo hacía no los realizaba por virtud humana sino en virtud de las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, un Dios. Y después se dice el “Hosanna” -que es como decir “sálvanos”- para mostrar que Jesús Cristo hacía los milagros, y ello para nuestra salvación.

La decimotercera obra que realizó nuestro Salvador Jesús Cristo en este mundo fue que -después que predicó bien alto y se mostró claramente y completó su obra de predicación de manera excelente durante casi cuatro años completos, confirmándola con sus obras, con milagros- he aquí que viendo que se le acercaba el tiempo de su pasión, se reunió con sus discípulos para la cena y allí, en secreto, les hizo un gran sermón que ningún evangelista trae sino San Juan y abarca este sermón desde el capítulo 13 no completo al capítulo 17.

Esto se representa en la Misa cuando el presbítero dice el Canon secreto y lo dice tan en secreto que nadie lo oye, a no ser los que están con él, esto es el diácono y el subdiácono. Porque aquel sermón que hizo Jesús en el altar de la Cena, también fue secreto, pues nadie lo oyó, a no ser aquellos que estaban sentados a la mesa junto con él, es decir, los Apóstoles. […]

La vigésima sexta obra que realizó Jesús Cristo en este mundo fue que después de su gloriosa Resurrección se apareció a Santa María Magdalena y a los Apóstoles, pero primero se apareció a la Virgen María. No sólo se apareció él solo, como ocurrió con Santa María Magdalena, sino con todos los Santos Patriarcas y Profetas y otros Santos Padres. Y ahora meditad, bona gent, qué consolación debía tener la Virgen María cuando veía a su glorioso Hijo con aquella multitud de Santos.

Todo esto se representa en la Misa cuando el presbítero dice: “El Señor esté con vosotros”. Y a continuación dice la oración postcomunión que representa las palabras de consolación que tuvieron nuestro Salvador Jesús Cristo y su gloriosa Madre, y cómo los Santos Padres alababan a nuestro Salvador y suyo. Y a continuación hacían reverencias a su Madre diciendo: Reina del cielo, terminad de llorar y no tengáis ni tristeza ni disgusto, etc.

La vigésima séptima obra que realizó Jesús Cristo fue cuando en este mundo se apareció a los Apóstoles y mostrándose en medio de ellos dijo: Paz a vosotros (Jn 20,19).

Y esto lo representa el presbítero cuando se coloca en medio del altar y volviéndose hacia el pueblo dice: “El Señor está con vosotros”, que casi es como si dijera paz a vosotros.

La vigésima octava obra que Jesús Cristo hizo en este mundo fue que cuando debía subir al Cielo, llamando a los Apóstoles, les dijo: Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda creatura; diciendo también: El que crea y sea bautizado se salvará (Mc16,15-16 y Mt 28,19-20).

Esto se representa en la Misa cuando el presbítero dice: “Podéis ir en paz”, dando permiso al pueblo para que regrese a las casas para cumplir sus deberes, porque se ha completado el oficio y el sacrificio, como Cristo dio a los Apóstoles el permiso de ir por el mundo habiendo sido cumplido el sacrifico.

La vigésimo novena obra que hizo Jesús Cristo en este mundo fue cuando cumplió la promesa hecha a Pedro y a los Apóstoles, poniendo al bienaventurado Pedro en posesión real del Papado por estas palabras: Apacienta mis ovejas (Jn. 21,17). Entonces fue instituido Papa. Y a los otros clérigos les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados,… (Jn 20,22-23).

Y esto se representa en la Misa cuando el presbítero al final de la Misa se humilla inclinando la cabeza ante el altar tanto como puede, diciendo: “Séate agradable, Trinidad Santa, etc.” Y entonces da gracias besando el altar inclinándose para mostrar la infinita misericordia con que Él quiso humillarse y qué poder tan alto tiene -es decir, para perdonar los pecados- que es sólo Dios y ha dado a los hombres: ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios? (Mc 2,7). Y por eso se inclina, para mostrar que delante de Dios se inclinaría Jesús Cristo por ser hombre pues los hombres no tenían este poder. Consecuentemente besa el altar reconociendo esta gracia y luego se santigua con la señal de la Santa Cruz, para mostrar que por la virtud de la santa cruz vino la absolución, etc.

La trigésima obra que hizo Jesús Cristo en este mundo fue cuando se apareció a su gloriosa Madre y a los Apóstoles y les bendijo, también a los cristianos hombres y mujeres. Y por eso dice el bienaventurado Lucas: Alzando sus manos, los bendijo… y fue llevado al cielo (Lc 24,50). Entonces decía la Virgen María, llorando: “¡Oh, hijo mío! ¿no voy contigo? ¿Me dejas aquí entre los judíos?”. De la misma manera los Apóstoles lloraban, diciendo: “¡Señor! y ¿cuándo te volveremos a ver, y cuando regresarás?”. Y entonces, he aquí que Cristo dio la bendición y subió al Cielo, de donde había salido.

Y esto se representa en la Misa, cuando el presbítero, dada la bendición, regresa a la sacristía, de donde había salido.

He aquí cómo toda la vida de Cristo está representada en la Misa. Y por eso dice el tema: Haced lo que Él os diga (Jn. 2,5) Esto es, representar en la Misa toda la vida de Cristo y no solo la Pasión. Por lo tanto, bona gent, Haced esto en recuerdo mío (Lc 22,19 y 1Co 11,23). Esto es, que vosotros clérigos devotamente celebraréis la vida de Cristo y vosotros laicos devotamente oyendo y no hablando en la Misa, ni acercándoos al altar, sino orando en silencio, para que de este modo no estorbéis a aquellos que están cerca de vosotros. Por eso la Virgen María lo decía: Haced lo que Él os diga (Jn 2,5), que es el tema.

Algunos no encuentran en la Biblia esto, pero a mí me parece que con todo ello concuerdan otras autoridades: Escuchad el juicio del padre, hijo amado, y obrad así (Eclo 3,1-2). Vosotros cristianos que sois “hijos amados, escuchad el juicio del padre”, es decir la Misa y “para que seáis salvados”. Esta autoridad llama “juicio” a la Misa, para que tengáis gran reverencia, tanto los presbíteros que inflamados de amor debéis ir a la celebración de este sacramento, y las gentes del pueblo que deben, con gran reverencia, oír, no hablando, ni acercándose al altar.

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